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Verbum Domini - Materiales

Palabra de Dios en la Vida y Misión de la Iglesia:
fuente de renovación constante

P. Fidel Oñoro, cjm

“La Palabra de Vida… es lo que anunciamos”

(1 Jn 1, 1-2)

Del discipulado al servicio misionero de la Palabra de Vida

Cuando el Papa Benedicto XVI inauguró la V Conferencia General en Aparecida, puso en primer plano la Palabra de Dios:

“Al iniciar la nueva etapa que la Iglesia misionera de América Latina y El Caribe se dispone a emprender… es condición indispensable el conocimiento profundo y vivencial de la Palabra de Dios… Hemos de fundamentar nuestro compromiso misionero y toda nuestra vida en la roca de la Palabra de Dios” (DA 247).

Estas palabras son coherentes con el principio de renovación de toda la Iglesia, como lo estableció el Concilio Vaticano II. La Constitución Dogmática “Dei Verbum”, cuya redacción es transversal al desarrollo del Concilio entero, dice en su proemio: “Dei Verbum religiose audiens et fideliter proclamans” (“escuchando religiosamente la Palabra de Dios y proclamándola confiadamente”, DV 1), una expresión en la que la Iglesia se define a sí misma como “oyente”, vale decir “discípula”, de la Palabra; es del ejercicio continuo de la escucha que plasma en ella a su Señor, que se derivan todas las dimensiones de su vida y de su misión .

Esta esencialidad de la Palabra para la Iglesia había sido explicada por el Papa Benedicto, apenas medio año después de asumir su pontificado, cuando explicando el proemio de la DV, definió a la Iglesia así:

“Es una comunidad que escucha y anuncia la palabra de Dios. La Iglesia no vive de sí misma, sino del Evangelio, y en el Evangelio encuentra siempre de nuevo orientación para su camino… La Iglesia y la palabra de Dios están inseparablemente unidas. La Iglesia vive de la palabra de Dios, y la palabra de Dios resuena en la Iglesia, en su enseñanza y en toda su vida” (Castelgandolfo, 16/09/05).

De ahí concluye que “la Iglesia siempre debe renovarse y rejuvenecerse, y la Palabra de Dios, que no envejece ni se agota jamás, es el medio privilegiado para este fin” (Ibidem).

Es en este esfuerzo post-conciliar de renovación, dentro del cual todavía estamos, que se inscribe la segunda enseñanza magisterial más importante que se ha pronunciado desde el Concilio Vaticano II: la Exhortación Apostólica Post-Sinodal “Verbum Domini” de ss. Benedicto XVI.

La exhortación “Verbum Domini” (VD) se podría definir como “un gran Te Deum a la Palabra de Dios” y a su autor como “el Papa de la Palabra de Dios” (Nicola Eterovic, Secretario General del Sínodo). Esta enseñanza debería enamorarnos más de la santa Palabra: “Dejémonos guiar por el Espíritu Santo para amar cada vez más la Palabra de Dios” (No. 5, el subrayado es del Papa).

Para la Iglesia latinamericana y cariieña la publicación de esta exhortación es un gran acontecimiento. Si algo, podríamos decir, ha marcado hondamente la vida de las pequeñas comunidades es la conciencia de caminar desde la Palabra, así lo reconoce el DA cuando en el diagnóstico pastoral hace el listado de luces colocando en primer lugar que “Debido a la animación bíblica de la pastoral, aumenta el conocimiento de la Palabra de Dios y el amor por ella” (DA 99ª) .

Por otra parte, y esto hay que valorarlo, las intervenciones de los Padres Sinodales latinoamericanos estuvieron caracterizadas por la referencia casi constante al documento de Aparecida. Esto indica que ya desde el mismo origen de la exhortación la conexión entre la Palabra y el camino vital de nuestra Iglesia.

En la primera parte de nuestra intervención vamos a intentar ayudar a hacer una primera inmersión en el documento, de manera que podamos sopesar el valor de sus afirmaciones y encontrar las pautas necesarias para que cumpla su finalidad, teniendo presente que todos los miembros de la Iglesia tenemos una responsabilidad al respecto. En la segunda parte señalaremos algunos puntos de correlación entre la VD y el itinerario pastoral que estamos llevando, particularmente la misión permanente en el continente.

En esta primera parte daremos los siguientes pasos:

(1) Todo texto en su contexto: Siete premisas para comprender la VD

(2) La arquitectura teológico-catequética de la VD

(3) Un recorrido guiado por la construcción

(4) Cuatro puntos clave de la VD

(5) Los desafios que nos plantea la VD

1. Todo texto en su contexto: Siete premisas para comprender la VD

Al tomar el texto de la VD en nuestras manos, con sus 124 numerales distribuidos en 3 grandes partes que agrupan 10 secciones con tratamiento específico, hay que tener claridad sobre los siguientes puntos que presentamos a manera de premisas de lectura:

Primera premisa: En cuanto a la autoridad. Se trata de una exhortación apostólica en la que el Papa, en el ejercicio de su tarea magisterial, una vez que ha escuchado a la Iglesia entera representada en los participantes en la XII Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos (Vaticano, Octubre 5 – 26 de 2008), pronuncia una enseñanza autorizada (Vaticano, Septiembre 29 de 2010). El Papa ha retomado las 55 proposiciones del Sínodo, algunas con ligeras variantes u omisiones, pero todas encuadradas y ampliadas dentro de su adecuado marco teológico, razón por la cual un buen estudio debería comenzar por la apreciación de la arquitectura catequética de la VD.

Segunda premisa: En cuanto a la finalidad. Puesto que los Sínodos fueron creados para profundizar y mantener vigente la enseñanza del Concilio Vaticano II, no hay que buscar en la VD nuevas doctrinas: su gran referente es la Constitución Dogmática “Dei Verbum”. El Sínodo se ocupó precisamente de auscultar el impacto renovador del Concilio en materia bíblica, lo cual está a la base de toda la renovación postconciliar. La VD rescata precisamente la centralidad que le corresponde a la Palabra de Dios en la actividad de la Iglesia y saca a la luz los dinamismos que hacen de ella una fuente de constante renovación.

Tercera premisa: En cuanto al contenido. El tema no es la Biblia sino la Palabra de Dios, dentro de la cual la Biblia es constitutiva en cuanto “norma normativa no normada” . Quien busca enseguida pautas concretas para leer mejor la Biblia resultará decepcionado. Una de las grandes convicciones de la VD, como lo ocurrió también en el Concilio (y en este sínodo, por supuesto), es que la Palabra de Dios precede la Escritura, está contenida en la Escritura y va más allá de la Escritura. Por eso el acierto al tomar el prólogo de Juan (1, 1-18) como hilo conductor, ya que no nos reconocemos como una religión del libro sino como un acontecimiento que proviene del Verbo. Antes que un libro, la Palabra de Dios es una persona: Jesús de Nazaret.

Cuarta premisa: En cuanto a la dinámica. Se sigue una dinámica expansiva, como si la fuerza explosiva de la Palabra de Dios, con esa capacidad performativa que muestra cuando se la sabe escuchar, fuera impregnando la vida entera de la Iglesia, con todas sus personas, sus relaciones, sus ámbitos y frentes pastorales, hasta impactar en el mundo entero tan complejo y entrar en diálogo con sus culturas, interpretar sus búsquedas y ofrecerle caminos de vida y salvación.

Quinta premisa: En cuanto al estilo. A pesar de la densidad de algunas secciones (sobre todo la primera parte) la redacción es muy agradable, se siente no tanto la aridez de una exposición puramente doctrinal sino una corriente cálida de pensamiento teológico y espiritual al mismo tiempo, limpia, animadora. Aunque es una exhortación, reúne las condiciones de las grandes encíclicas. Con todo, dada la amplitud de subtemas que aborda, se recomienda una lectura pausada.

Sexta premisa: En cuanto a los destinatarios. Está dirigida a toda la Iglesia, no sólo a quienes por oficio o ministerio se dedican a la exégesis, la teología, la predicación, las actividades misioneras, la liturgia o la catequesis. El Papa se dirige a todo el Pueblo de Dios, pero pone en primer lugar al Episcopado, a quienes llama “los primeros y más autorizados anunciadores de la Palabra” (No. 79) ; luego al Clero, a quienes se les recuerda que son “ante todo, ministros de la Palabra de Dios” (No. 80); a la Vida Consagrada cuya vida, en el seguimiento radical del Señor, “nace de la escucha de la Palabra” y hace “su norma de vida” (No. 83); a los Fieles laicos, que no por aparecer de últimos son secundarios o de menor categoría, ellos “viven su propia vocación a la santidad con una existencia según el Espíritu” (No. 84). De hecho, hay una preocupación muy grande y positiva por la adultez de nuestros laicos, lo cual viene de su capacidad de discernimiento a la luz de la Palabra de Dios estudiada, orada y vivida. Y es a todos los mencionados a quienes le compete no sólo el aprendizaje de la Palabra sino también su anuncio (No. 94).

Séptima premisa: En cuanto a la aplicación. En la VD se percibe claramente esa capacidad que tiene la Palabra de Dios de tocar todas las realidades, desde las más trascendentes hasta las más mundanas, desde la voz y hasta los silencios, no hay nada que se escape a la Palabra. Por eso la VD abre un abanico temático y pastoral muy amplio que podría dar la sensación de fatiga e incluso de tratamiento “a la ligera” de determinados puntos. Es importante seguir el hilo conductor de cabo a rabo para hacer la apropiación de la nueva mentalidad que en él se propone. La “aplicación” del documento debe apuntar, por tanto, a una conversión de la vida y la pastoral de la Iglesia en su relación con la Palabra, los puntos particulares de la “aplicación” serán consecuencia de la misma.

2. La arquitectura teológico-catequética de la “Verbum Domini”:

como un puente con tres arcos

La estructura de la VD es de por sí ya todo un discurso. A diferencia de la exhortación “Sacramentum Caritatis” (2005) el Papa no nos expone una suma más o menos elaborada de las 55 proposiciones sinodales, sino que habiéndolas asumido más o menos a todas, ha hecho una “reflexión de profundización” (No. 121) para producir un documento teológico-pastoral de alta calidad.

Detengámonos en los puntos clave, visualizando el conjunto como un puente con triple arcada .

2.1. Visualicemos la arcada

El primer arco

El primer arco hace de cabeza del puente apoyándose sólidamente sobre el terreno de la fe cristiana. Es el más amplio, tiene 44 de los 124 numerales. Se trata de una serena exposición teología de la Revelación como la concebimos en el cristianismo. Es al interior de ella que se sitúa, con sus justas proporciones y su insustituible lugar, el texto de la Sagrada Escritura. La teología de la “Palabra de Dios” (Verbum Dei) da el entramado del contenido, que a su vez inspira sustancialmente las otras partes.

El tercer arco

El último arco, que contiene 31 numerales, expresa la vocación misionera de la Palabra de Dios y por tanto hace de cabeza de puente final que descansa sobre el mundo (Verbum mundo): los grandes desafíos socio económicos, culturales, políticos y religiosos que la “episteme” del mundo actual (como diría M. Foucault) le plantea al mensaje cristiano y los cuales son al mismo tiempo interpelados por él. Se destaca la incidencia positiva de la Palabra, su “compromiso” en favor del pobre, del sufriente y por este cosmos en riesgo de depredación.

El arco central

El arco del medio, con sus 40 numerales, señala el camino, con indicaciones precisas, para hacer la experiencia existencial de la Palabra de Dios al interior de las grandes acciones de la Iglesia (Verbum in Ecclesia), especialmente la liturgia, la animación bíblica de la pastoral, la catequesis y todas las otras formas de encuentro con la Palabra.

2.2. Y, ¿cómo aparece la Biblia?

La Biblia constituye como los cables que sostienen los tres arcos del puente. En una primera observación del conjunto encontramos por lo menos 282 citas bíblicas (38 del AT y 224 de NT).

El más citado es Juan, después Lucas, Romanos, etc. Esta referencia privilegiada al cuarto evangelio, sobre todo al prólogo de Juan que fue escogido intencionalmente como guía constante (No. 5), es comprensible ya que en el himno al misterio del Verbo encarnado se atestigua la síntesis divino-humana fundante y paradigmática de lo que es, de lo que dice, de lo que ofrece, de lo que pregunta la Palabra de Dios al hombre, este mismo hombre que fue creado por la Palabra y por ella quiere ser restaurado (No. 50).

El tema no es la Biblia… pero ella es un referencial imprescindible

Como observamos en la tercera premisa, la Biblia no es el tema preciso de la VD, ella no subsiste significativamente si no es entendida en última instancia en el misterio de la Palabra de Dios. Si aceptamos esto, en consecuencia hay que estudiarla, comprenderla, proponerla, dentro del misterio de la encarnación, y por tanto integrada a la Tradición viva de la Iglesia. Es ahí donde ella cobra toda su eficacia y esplendor, que es precisamente lo que este documento busca: “Para que la Biblia no quede como una Palabra del pasado, sino como algo vivo y actual” (No. 5).

Por otra parte, el hecho de que sea citada de forma contínua en la exhortación, quiere decir que sin ella (los cables que sostienen el puente) el puente no aguanta, le queda faltando el signo sacramental por excelencia que la expresa, que nos toca, que nos compenetra. El texto inspirado, puesto que es tal, o sea, puesto que es animado por el Espíritu de Jesús, tiene su identidad al pasar de texto muerto a Palabra viva del Pueblo de Dios, de Jesús de Nazaret.

Esto implica, como veremos, el encuentro amplio con el texto sagrado, pero es significativo que la invitación al contacto directo sólo ocurre en el segundo arco, en el No.72. Por tanto no se podría decir que la Palabra de Dios en la VD sea intercambiable con la Escritura o la Biblia, y es por tanto la Palabra de Dios el verdadero sujeto permanente en varios parágrafos de todo el documento, según el esquema repetido “Palabra de Dios y…”

3. Un recorrido guiado por la construcción

Después de la primera apreciación de conjunto hagamos ahora el recorrido tranquilo observando en el desarrollo de la exposición los puntos llamativos de la enseñanza del Papa sobre la Palabra de Dios.

La introducción (No. 1-5)

En la introducción, que se abre con la expresiva cita “La Palabra del Señor permanece para siempre” (1 Pedro 1, 25, retomando Is 40, 8), el Papa hace memoria del Sínodo, afirma el rol inspirador que le reconoce al prólogo de Juan (No. 5) y anota la finalidad del documento: “Deseo indicar algunas líneas fundamentales para un redescubrimiento, en la vida de la Iglesia, de la divina Palabra, fuente de constante renovación, auspiciando al mismo tiempo que ella se convierta siempre más en el corazón de toda actividad eclesial” (No. 2).

Y todo esto “para que nuestra alegría sea perfecta” (No.2). La finalidad última de nuestro encuentro con la Palabra es la alegría, así como lo expresa la introducción de la primera carta de Juan; ésta proviene de la comunión de vida con el Dios Trinidad de Amor: de allí partió la Palabra y allí nos lleva. El tema de la alegría enmarca el documento (ver el No. 123).

Primera parte (No. 6-49)

La primera parte, “Verbum Dei”, refleja enseguida el pensamiento del Papa Benedicto XVI, y es por eso la más densamente teológica. Aquí está el ovillo del hilo lógico y límpido que se desenrolla tranquilamente en toda la exhortación.

Se exponen y profundizan una serie de principios y conceptos teológicos interconectados, que tiene como punto de partida la observación de que la “la novedad de la revelación bíblica consiste en que Dios se da a conocer en el diálogo que desea tener con nosotros” (No. 6). Entendemos que:

- El conocimiento novedoso que tenemos de Dios y que nos distingue de cualquier otra referencia a Dios en otras religiones o culturas, viene por medio de una “revelación” que proviene de la iniciativa de él.

- Esta revelación está atestiguada en la Biblia (“revelación bíblica”).

- Ocurre mediante el diálogo de Dios con el hombre.

Mucho más que los ladrillos pesados hechos a las carreras durante el sínodo y formulados en las proposiciones, asistimos a un todo tratado sobre la teología de la Palabra, ordenado en tres secciones.

En la primera sección, “El Dios que habla”, aparece en primer plano, bellísima, la imagen de la “sinfonía” o del “canto a varias voces” para delinear la naturaleza analógica de la Palabra de Dios (No. 7).

Se basa en dos remaches fundantes:

- El valor cósmico-antropológico de la Palabra (No. 8-10)

8.Dimensión cósmica de la Palabra de Dios; 9.La creación del hombre; 10.Realismo de la Palabra.

- El valor cristocéntrico-trinitario (pneumatológico) de la Palabra (No. 11-16)

10-13.Cristología de la Palabra; 14.Dimensión escatológia de la Palabra de Dios; 15-16.La Palabra de Dios y el Espíritu Santo.

Dentro de este espacio bien delineado encuentra su lugar legítimo, su gran valor, así como sus justas proporciones, la Santa Escritura junto con la Tradición (Nos. 17-19)

17-18.Tradición y Escritura; 19.Sagrada Escritura, inspiración y verdad.

En la cumbre de esta sección está esa circularidad maravillosa según la cual todo parte de Padre y conduce finalmente a él: el Padre se nos revela y da en su Hijo, ésta tiene su cumbre en el don que el Hijo nos hace del Espíritu Santo (No. 20). Una sorprendente anotación final nos recuerda que la revelación pasa por el silencio de la cruz (No. 21)

En la segunda sección, “la respuesta del hombre al Dios que habla”, se subraya que la Palabra de Dios determina una situación de “alianza” con el hombre, por la cual se convierte en Palabra-diálogo, donde Dios habla pero también escucha (Nos. 22-24).

22.Llamados a entrar en la Alianza con Dios;
23. Dios escucha al hombre y responde a sus interrogantes;
24.Dialogar con Dios mediante sus palabras.

Tenemos tres determinaciones significativas: a la Palabra de Dios se le responde con la fe, el pecado es la negación de la escucha de la Palabra, María de Nazaret es el modelo ejemplar de la escucha en situación de alianza (Nos. 25-28).

25.Palabra de Dios y fe; 26.El pecado como falta de escucha a la Palabra de Dios; 27.María “Mater Verbi Dei” y “Mater fidei”.

La tercera sección, “la hermenéutica de la Sagrada Escritura en la Iglesia”, con sus 20 numerales, es la más amplia y compleja, tuvo notable resonancia en el aula sinodal gracias a una intervención directa del Papa, retomada y precisada en la Exhortación. Aquí tenemos propuestos, si bien más sintéticamente, nuevos elementos de la teología de la Biblia, más precisamente sobre la vertiente de la interpretación.

Concreta y necesariamente se perfila la confrontación entre los estudiosos de la Biblia o exegetas, que se dedican a indagar el sentido del texto sagrado, y los teólogos que en varias ramas proponen completamente la verdad sobre la Palabra de Dios teniendo en vista la comunicación pastoral. Aparece en medio, como tercer sujeto que en cierto modo contiene los otros dos, la Iglesia entera como Pueblo de Dios, a quien la Palabra de Dios debe llegar como pan de vida; ella es el “lugar originario (y destinatario) de la interpretación escriturística (y teológica)” (No. 29-30).

Retomando la expresión conciliar, de que “el estudio de las Sagradas Escrituras ha de ser como el alma de la teología” (DV 24), se perciben y agradecen todos los avances en los estudios bíblicos en los últimos tiempos, al mismo tiempo que se hace un diagnóstico de situación actual de la relación entre la exégesis y la teología, es de ella que depende en gran parte “la eficacia pastoral de la acción de la Iglesia y de la vida espiritual de los fieles” (No. 31).

Los numerales 32 a 36 van haciendo lentamente el balance, sacando a la luz los puntos problemáticos.

No.32-33.Desarrollo de la investigación bíblica y Magisterio eclesial; No.34.La hermenéutica bíblica conciliar: una indicación que se ha de seguir; No.35.El peligro de una hermenéutica secularizada.

De la confrontación emerge una clara instancia crítica para un diálogo muchas veces deficiente entre los tres sujetos señalados. El ámbito exegético no rara vez cerrado en sí mismo y casi autosuficiente al decir la verdad total del texto, puede provocar una laceración entre el sentido literal y el espiritual (No. 37), que se da después entre la fe y la razón (No. 36), y por tanto entre pastorales, teólogos y exegetas (No. 45).

Aparecen entonces los criterios de la herméutica bíblica que, siguiendo las líneas del Concilio (No. 34), pueden ayudar a superar las tremendas dicotomías que se han presentado y a genera un nuevo panorama en la lectura de la Biblia en diversos ámbitos (No. 38-47)

No.38.Necesidad de trascender la “letra”; No.39.Unidad intrínseca de la Biblia; No.40-41.Relación entre AT y NT; No.42.Las páginas “oscuras” de la Biblia; No.43.Cristianos y judíos en relación con la Sagrada Escritura; No.44.La interpretación fundamentalista de las Escrituras; No.45.Diálogo entre pastores, teólogos y exegetas; No.46.Biblia y ecumenismo; No.47.Consecuencias en el planteamiento de los estudios teológicos.

Una positiva anotación final, basada en el hecho de que la verdadera interpretación de la Biblia es la que proviene de “quienes han vivido realmente la Palabra de Dios, es decir, los santos” (No. 48).

Como podemos ver, la primera parte puede constituir un documento importante por derecho propio.

Segunda parte (No. 50-89)

En la segunda parte, “Verbum in ecclesia”, la Palabra de Dios, cuyo universo teológico ha sido cuidadosamente configurado en la primera parte, ahora encuentra su morada en el lugar que le corresponde: la comunidad eclesial.

El foco principal es “la relación entre Cristo, Palabra del Padre, y la Iglesia”. La Palabra acogida en la fe se convierte en Palabra encontrada y degustada por todos y cada uno de los miembros de la Iglesia: “una relación vital, en la que cada fiel está llamado a entrar personalmente” (No. 51).

Un sólido encabezamiento teológico (No. 50-51) explica lo que esto comporta: la plena acogida de la Palabra de Dios con la convicción de que, gracias al Mesías y Señor viviente, esta Palabra de Dios se hace contemporánea, es actual, se cumple hoy: “Jesús dice hoy, aquí y ahora, a cada uno: ‘Yo soy tuyo, me entrego a ti’, para que el hombre pueda recibir y responder, y decir a su vez: ‘Yo soy tuyo’” (No. 51).

50.La Iglesia acoge la Palabra; 51.Contemporaneidad de Cristo en la vida de la Iglesia.

Tenemos dos secciones que, como si fueran dos caminos, llevan a cabo este encuentro vital: la liturgia y la vida eclesial en su integralidad.

a. El primer camino es la “Liturgia, lugar privilegiado de la Palabra de Dios”

Una extensa sección de 19 numerales que refleja bien el interés que al respecto se mostró en el Sínodo. Ciertamente se constató un cierto sinsabor por la insuficiente comprensión del pueblo de Dios sobre el “carácter performativo de la Palabra de Dios” en la liturgia (No. 53).

A ésto responde el Papa con un tono apasionado, llegando a afirmar en letras tipográficamente destacadas: “La hermenéutica de la fe respecto a la Sagrada Escritura debe tener siempre como punto de referencia la liturgia” (No. 52).

En este primer frente se distinguen …

(1) El lugar litúrgico, esto es, la presencia de la Palabra en cada uno de los siete sacramentos, teniendo como centro la Eucaristía (Nos. 53-56).

53.Sagrada Escritura y sacramentos; 54-55.Palabra de Dios y Eucaristía; 56.Sacramentalidad de la Palabra.

(2) Las mediaciones en que actúa la Palabra. Se hace un inventario minucioso (Nos. 57-63) que va del Leccionario a la Homilía (se afirma “la oportunidad de un Directorio homilético”, No. 60), a la Liturgia de las Horas, para detenerse en tantas formas de la “animación litúrgica” de la Palabra (No. 64-71) así como las “celebraciones” de ella, el uso del silencio, la proclamación solemne y un explícito llamado de atención sobre la “exclusividad de los textos bíblicos en la liturgia” (No. 69).

57.La Sagrada Escritura y el Leccionario; 58.Proclamación de la Palabra y ministerio del lectorado; 59.Importancia de la homilía; 60.Oportunidad de un Directorio homilético; 61.Palabra de Dios, reconciliación y Unción de los enfermos; 62.Palabra de Dios y Liturgia de las Horas; 63.Palabra de Dios y bendicional.

Sugerencias y propuestas para la animación litúrgica: No.64.Introducción; No.65.Celebraciones de la Palabra de Dios; No.66.La Palabra y el silencio; No.67.Proclamación solemne de la Palabra de Dios; No.68.La Palabra de Dios en el templo cristiano; No.69.Exclusividad de los textos bíblicos en la liturgia; No.70.El canto litúrgico bíblicamente inspirado; No.71.Especial atención a los discapacitados de la vista y el oído.

b. El segundo camino a través del cual la Palabra de Dios se encuentra con su Pueblo es “la vida eclesial” en su integralidad.

Es lo que habitualmente se denomina pastoral bíblica, pero que, gracias al camino pastoral latinoamericano (ver Doc. Aparecida No.248) queda mejor circunscrita como una “animación bíblica de la pastoral” entera (No. 73).

En 17 numerales (No. 72-89) vemos cómo emergen la Palabra en la vida concreta de la Iglesia a través de cuatro núcleos dinamizadores:

Primer núcleo: Se aborda explícitamente que el hecho de que el encuentro con la Palabra se lleva a cabo a través el encuentro directo con la Biblia (No.72; cf. No. 87 y 121).

Vale la pena citar lo que se dice, ya que es muy claro: “Junto a los Padres sinodales, expreso el vivo deseo de que florezca ‘una nueva etapa de mayor amor a la Sagrada Escritura por parte de todos los miembros del Pueblo de Dios, de manera que, mediante su lectura orante y fiel a lo largo del tiempo, se profundice la relación con la persona misma de Jesús’ ” (No. 72a). En la proposición No.9 del Sínodo, que el Papa retoma en esta ocasión, se auguraba que “En esta perspectiva -en cuanto posible- cada fiel posea personalmente la Biblia”. Esta frase no fue acogida por el Papa, pero al menos el deseo fue trasladado a las familias: “Que cada casa tenga su Biblia” (No. 85).

Segundo núcleo: es la “dimensión bíblica de la catequesis”, se propone el modelo de Emáus y para las indicaciones prácticas se retoman elementos del Directorio General para la Catequesis (No. 74). En una perspectiva más amplia de pide la formación bíblica de todos los cristianos (No.75) y se estimula el subrayar la presencia de la Palabra en los grandes encuentros eclesiales (No.76).

Tercer núcleo: también amplio como el anterior, son los agentes responsables de la pastoral: recordando que la Palabra es la que llama (No.77), se profundiza en la relación característica con la Palabra por parte de los ministros ordenados (No.78; No.79.Los Obispos; No.80.Los sacerdotes; No.81.Los diáconos), los seminaristas (No.82), los consagrados (No.83), los laicos (No.84), la familia (Nos. 85). Al respecto encontramos una lista amplia, fecunda y concreta de sugerencias.

Cuarto núcleo: propone la óptica cristiana de la lectura de la Biblia: la “lectura orante” y específicamente la “Lectio divina” (Nos. 86-87), a la cual se agrega la “oración mariana” como camino hacia la Palabra (No. 88).

Finalmente, la Tierra Santa es recordada como el “quinto Evangelio” (No. 89). Esta consideración, que tiene su origen en una expresión de Pablo VI, encontró su lugar al final de este apartado como una motivación para seguir peregrinando a los santos lugares.

Tenemos concentradas en esta segunda parte una serie de indicaciones que tienen alta incidencia en la pastoral. Es importante notar la manera como se integra el eje del conocimiento de la Biblia (se dice: “Quisiera mencionar… la importancia de la lectura personal de la Escritura”, No. 87) con el de la oración con la Biblia, de la cual la Lectio Divina es paradigma por excelencia, eso sí, adaptándola creativamente según las personas y circunstancias.

Tercera parte (No. 90-120)

En la tercera parte, “Verbum Mundo”, la Palabra de Dios conocida y degustada se convierte en Palabra compartida, enviada como fuerza evangelizadora-transformadora de la realidad.

Esta es la proyección final del documento en la que se lleva la Palabra de Dios, y por tanto la Biblia, hasta tierra de frontera. Esto corrige una cierta práctica eclesiocéntrica. Representa un horizonte que, por muchas razones y en algunos ambientes de la Iglesia, pareciera inédito tanto para la mentalidad como para la praxis pastoral.

Se abordan cuatro frentes de acción de la Palabra:

a. El primero, como es habitual, nos ponde ante la realidad fundante: la “misión de la Iglesia (y de todo bautizado) es anunciar la Palabra de Dios al mundo” (No. 90-98).

En la visión reinocéntrica de Jesús (No. 93), para quien la Palabra resuena como “Logos de

la Esperanza” (No. 91), con una triple atención que vale la pena subrayar:

- la Misión ad gentes

- el anuncio y vivencia del Evangelio en un mundo secularizado

- la indispensable mediación del testimonio, con un reconocimiento particular a las mujeres (Nos. 95-98).

No.90.La Palabra del Padre y hacia el Padre; No.91.Anunciar al mundo el “Logos” de la esperanza; No.92.De la Palabra de Dios surge la misión de la Iglesia; No.93. Palabra y Reino de Dios. No.94.Todos los bautizados responsables del anuncio; No.95.Necesidad de la “missio ad gentes”; No.96. Anuncio y nueva evangelización; No.97-98.Palabra de Dios y testimonio cristiano.

b. El segundo señala que es propio de la Palabra de Dios convertirse en acción (el “dabar” bíblico) (No. 99-108)

Siguiendo los pasos de Jesús se llega a un “compromiso” sociopolítico por la justicia y la paz (Nos. 99-102) que en particular se traduce en una “caridad operante” con el anuncio a cinco categorías necesitadas que se priorizan:

- (1) Los jóvenes

- (2) Los migrantes

- (3) Los sufrientes

- (4) Los pobres

- (5) La ecología (Nos. 103-108).

No.99.Servir a Jesús en sus “humildes hermanos”; No.100-101.Palabra de Dios y compromiso por la justicia en la sociedad; No. 102.Anuncio de la Palabra de Dios, reconciliación y paz entre los pueblos; No.103.La Palabra de Dios y la caridad efectiva; No.104.Anuncia de la Palabra de Dios y los jóvenes; No.105.Anuncio de la Palabra de Dios y los emigrantes; No.106.Anuncio de la Palabra de Dios y los que sufren; No.107.Anuncio de la Palabra de Dios y salvaguardia de la creación.

c. El tercero, por cierto una novedad con relación a la Dei Verbum, se detiene en una relación necesaria y compleja: la Palabra de Dios y las culturas (Nos. 109-116).

La Biblia debe ser vista como un “gran código para las culturas” y no solamente un “gran código cultural”, ahí está la novedad.

Hay que promover su conocimiento en las escuelas y universidades, hay que redescubrir la rica herencia de efectos postbíblicos, en particular en el mundo del arte. Resulta ineludible la confrontación de la Biblia con los medios de comunicación. Urge la delicada tarea de la inculturación del Libro sagrado. Se advierte especialmente en las Iglesias jóvenes la necesidad de disponer de traducciones y de divulgación del texto bíblico.

En esta situación la Biblia es como un signo sacramental de la Palabra de Dios y se convierte en un vehículo extraordinario para una apertura a la fe.

No.109.El valor de la cultura para la vida del hombre; No.110.La Biblia como un gran código para las culturas; No.111.El conocimiento de la Biblia en la escuela y la universidad; No.112.La Sagrada Escritura en las diversas manifestaciones artísticas; No.113.Palabra de Dios y medio de comunicación social; No.114.Biblia e inculturación; No.115.Traducciones y difusión de la Biblia; No.116.La Palabra de Dios supera los límites de las culturas.

d. El cuarto sector, Palabra de Dios y diálogo interreligioso (Nos. 117-120), afronta un tema inevitable pero preñado de implicaciones para la agenda pastoral en un futuro próximo.

Mientras el judaísmo se ha considerado en la primera parte (cf. No. 43), aquí se hace referencia al Islam y a las otras religiones. No se va mucho más allá de “Nostra Aetate” (del Concilio Vat.II), augurando el diálogo por encima de todo en la promoción de valores espirituales y morales comunes.

No.117.El valor del diálogo interreligioso; No.118.Diálogo entre cristinos y musulmanes; No.119.Diálogo con las demás religiones; No.120.Diálogo y libertad religiosa.

Y finalmente la conclusión (No. 121-124)

Merece ser leída con detenimiento porque es mucho más que una habitual conclusión de documento. El Papa nos regala una síntesis de los contenidos abordados anteriormente, con una especie de exhortación o parenesis paternal que se puede resumir en cuatro puntos:

(1) Tener presente “la Palabra definitiva de Dios” (No. 121), lo cual lleva “a esforzarse para tener cada vez más familiaridad con la Sagrada Escritura”. Y el Papa arroja la siguiente exhortación: “Nunca hemos de olvidar que el fundamento de toda espiritualidad cristiana auténtica y viva es la Palabra de Dios anunciada, acogida, celebrada y meditada en la Iglesia”.

(2) De ahí se deriva que “nueva evangelización y nueva escucha” de la Palabra presupone “redescubrir el puesto central de la Palabra divina en la vida cristiana” y el compartirla con los otros (No. 122).

(3) No olvidar que “el anuncio de la Palabra crea comunión y es fuente de alegría” (No. 123). Aquí se hace un link con el tema de la alegría que había abordado en la apertura (No. 2).

(4) En este horizonte final del gozo pleno, María se muestra como la “Mater laetitiae” porque aceptó ser la “Mater Verbi” (No.124). Esta posibilidad de bienaventuranza gracias a la “Palabra escuchada y puesta en práctica”, se abre con franqueza y delicadeza “a todos los hombres, también a los que se han alejado de la Iglesia, que han abandonado la fe o que nunca han escuchado el anuncio de salvación” (No. 124).

4. Algunos puntos clave de la VD

Después de este recorrido sobre el documento, detengámonos ahora sobre algunos puntos clave del documento.

Vamos a retomar algunos, sólo algunos entre tantos, aquellos que parecen ser de largo alcance:

(1) La VD continúa y enriquece la Constitución dogmática del Concilio Vaticano II “Dei Verbum” en sus grandes aportes teológicos, hermenéuticos, espirituales y pastorales.

(2) En la VD se afirma la centralidad absoluta de la Palabra de Dios en la fe cristiana con múltiple caracterización:

- La amplitud sinfónica del sentido

- El cristocentrismo trinitario

- La intrínseca consonancia antropológica de la Palabra

- La indispensable mediación eclesial

- El paradigma mariano

- La sacramentalidad de la Palabra

- La amplitud de la Palabra que precede, está y va más allá de la Biblia

- La indiscutible necesidad de la lectura de la Biblia y carácter de irremplazable

- La vocación misionera

- La universalidad que tiene en todos los ambientes y tareas de la vida eclesial, con la liturgia como “lugar privilegiado”

(3) Como ya dije al comienzo, si es verdad que la Palabra de Dios y no la Biblia es el tema de la VD, es verdad también que la Escritura es constitutiva. No todo en la fe cristiana es Biblia, pero todo necesita de la Biblia, el énfasis en la lectura de la Biblia no puede ser más fuerte. No hay que olvidar jamás que en la Palabra de Dios acogida en su integralidad la Biblia tiene su razón de ser, su riqueza, su unidad, su servicio insustituible y, por tanto, su identidad. Y, por otra parte, es ante todo y sobre todo la Biblia quien atestigua sin errores la totalidad y la autenticidad de la Palabra de Dios, permite el diálogo de alianza entre Dios y el hombre y nos dice sus contenidos. Es más, sin la Biblia (y hay que repasar el centenar de citas bíblicas) no se habría podido escribir este documento.

(4) Hay que trabajar fuertemente por la renovación de la articulación entre la exégesis, la teología y la pastoral (y sus respectivos responsables). La VD nos dice cuál es la óptica correcta para construir la unidad: entender que la Biblia es parte del misterio de la Encarnación, donde la indivisible humanidad y divinidad del Verbo es la luz para captar que el sentido literal se perfecciona y completa con el sentido espiritual.

(5) Es de gran valor el impulso que la Palabra da en el diálogo Iglesia-Sociedad, que tanto urgió el Concilio Vaticano II. La Palabra impulsa a la Iglesia más allá de sí misma y la hace misionera. La Palabra arroja a la Iglesia al mundo para que su servicio de la Palabra se traduzca en Palabra de servicio: en el mundo juvenil, de las nuevas tecnologías, de los pobres, de las búsquedas de la humanidad para que haya desarrollo sostenible, equidad, justicia y paz; sin duda, en las nuevas culturas.

5. ¿Y cuáles son los desafíos que nos plantea?

La lista es larga y, sin duda, se extenderá según la lectura que hagamos del documento, la cual será proporcional al ambiente pastoral en que se mueve cada uno. Me permito señalar al menos cinco:

(1) El hecho que la publicación haya demorado tanto, nos lleva a decir ahora que la exhortación no lo desilusiona a uno, que es estimulante, sobre todo a nivel teológico. Tenemos el desafío de la profundización a gran escala.

(2) En el No. 116 el Papa dice: “Salimos de la limitación de nuestras experiencias y entramos en la realidad que es verdaderamente universal… Seamos los primeros en emprender un renovado éxodo, en dejar nuestros criterios y nuestra imaginación limitada para dejar espacio en nosotros a la presencia de Cristo”. ¿No es ésta una “conversión pastoral”? ¡Tenemos en la Iglesia un problema de mentalidades viejas que no dejan progresar y de maneras de obrar que paralizan el camino misionero del Evangelio!

(3) Un desafío que proviene de lo anterior es el romper con nuestros mundos cerrados (que son como guetos) en la Iglesia y en la pastoral, para sostener un diálogo efectivo y visible entre los biblistas y los teólogos según los problemas expuestos por el Papa; sin duda urge establecer un diálogo fraterno con los agentes de pastoral, especialmente con los catequistas y los predicadores. La gente nos pide argumentos y certezas, no hipótesis u opiniones.

(4) Otro desafío tiene que ver con particularmente con el texto Bíblico. Se requiere una profundización científica de su identidad retomando las observaciones tanto en el ámbito teológico como en el hermenéutico (ver el No.34 al final). En cuanto a su función pastoral, es necesario evitar la fragmentación de los textos (citas y citas para rellenar pensamientos previos). Es urgente un tratamiento orgánico. El problema se nota sobre todo en la catequesis y en la homilía: ¿nos limitamos a hacer catequesis con la Biblia o hacemos catequesis de la Biblia? Me refiero al hacer una iniciación a la Escritura según las evade, comenzando desde pequeños? No por nada dice la VD nos remite al ejercicio de un discipulado entendido como formación sólida de nuestra gente: “Se ha de prestar atención al apostolado bíblico, un método muy válido para esta finalidad (la formación de los cristianos)” (No. 75).

(5) Otra urgencia que plantea la VD la sintetizo en tres puntos:

- El reconocimiento de la liturgia como “lugar privilegiado” de la Palabra de Dios (No. 52). El elenco de lo que hay que hacer es minucioso, incluso demasiado, pero es sobre todo una mentalidad de convertidos lo que se nos está pidiendo.

- La formación en la Palabra de Dios y en la Biblia de los pastores en primer lugar, pero también de los agentes de pastoral laicos, más aún, de todo bautizado.

- La promoción del ministerio del lectorado entre los laicos (No.58; ver prop.17; merece toda una reflexión este tópico porque lo que aparentemente no fue aprobado al final sí lo fue y mucho mejor que como fue propuesto por el Sínodo).